El proceso comienza con una evaluación completa del rostro en una consulta de diagnóstico para conversar acerca de los deseos y expectativas del paciente.

Luego, se planifica un tratamiento que puede incluir varias técnicas y procedimientos, como la aplicación de rellenos dérmicos en áreas como las mejillas, labios y mentón para restaurar volumen, o suavizar arrugas en áreas como la frente, las patas de gallo y el entrecejo. Se desarrolla el diseño personalizado en conjunto entre paciente y médico.

La aplicación del tratamiento puede llevar desde unos minutos hasta dos o tres sesiones, dependiendo de los tratamientos y técnicas que se apliquen. Es posible utilizar anestésicos tópicos y/o locales en pacientes con mayor sensibilidad al dolor para minimizar su incomodidad, aunque en la mayoría de los casos no es necesario.

Después del procedimiento, los pacientes pueden experimentar cierta inflamación, enrojecimiento o molestias en las áreas tratadas, pero esto suele desaparecer en unos pocos días. Los resultados finales pueden durar desde varios meses hasta más de un año, dependiendo de los tratamientos y la respuesta individual del paciente.